La fascinante historia
del lápiz

El lápiz es un elemento tan común, tan sencillo, tan franco que tiende a pasar desapercibido, es como un elemento residual, olvidado y menospreciado.
Pero en realidad es un elemento único, imprescindible y lleno de magia, un ejemplo de diseño, funcionalidad,  sencillez y genialidad…

El lápiz lleva con nosotros relativamente poco tiempo. Se puede decir que nació con la parafernalia propia de los grandes artilugios de magia cuando un rayo arrancó un enorme roble en Borrowdale (Inglaterra) dejando al descubierto una beta de grafito puro, una piedra capaz de pintar. Primero se le usó para marcar a las ovejas, como manchaba tanto se envolvía en cuerda o cuero. Ya antes se conocía el grafito pero el que se extraía de esta mina era tan puro y sólido, que permitía cortarlo en barritas y manipular de formas que antes no se podía. Lo llamaron “plomo negro”.

Inglaterra mantuvo el monopolio hasta que en Alemania consiguieron desarrollar compuestos de grafito de calidad aceptable mezclando polvo de grafito con azufre y antimonio. En 1760 la compañía Faber comenzó su fabricación a gran escala.

El grafito se convirtió en un elemento escaso y de valor estratégico por su aplicación en el dibujo de moldes de armamento. A la Francia de Napoleón, por esos tiempo aislada del resto de Europa, le era muy difícil conseguirlo así que el ingeniero Nicholas Jacques Conté desarrollo su propio sistema cociendo una mezcla de polvo de grafito y arcilla, sistema que con algunas mejoras es aún el más utilizado.

Cuando este nuevo material, mucho más barato que el grafito puro, se recubrió de madera de cedro para hacerlo más manejable nace nuestro actual lápiz. Ya sólo quedaban algunos refinamientos, como darle forma hexagonal allá por mediados de 1800.

Los lápices de colores se crean a partir de pigmentos, resinas y aceites que le aportan diferentes consistencias y capacidades, pero en esencia el proceso de fabricación poco varía del usado para los lapiceros de grafito.

Mención aparte merece la goma de borrar, elemento inseparable del lápiz… Éste se podía manejar sin problemas ni riesgos de manchas, pero sobre todo podía borrarse, en un inicio con pan fresco, quién no lo ha usado alguna vez, y más tarde con caucho que se pudría con facilidad. Hasta que llegó el proceso de vulcanizado del caucho y nacía la goma de borrar moderna.

El lápiz parece ejemplificar el proceso de desarrollo y modernización que hemos tenido. Una herramienta que conecta los aspectos más tradicionales de nuestra cultura con la química, la ingeniería y finalmente con la creación artística y la difusión del conocimiento. Pocas cosas han sido tan importantes en nuestra historia.

Como cualquier otra técnica de realización artística, el lápiz y el lápiz de color no es ni mejor ni más dificultosa que otras, no es ni debe ser considerada como menos “noble” que los óleos, la acuarela o el acrílico. Simplemente es otra técnica, con sus peculiaridades y sus dificultades. Tendemos a entenderla como una técnica casi destinada para los garabateos de los niños, pero como queda claro con las obras que aquí se muestran pueden dar para mucho más…

¿Más información sobre el lápiz? leeros el interesante artículo de «La exquisita complejidad del lápiz» de  Sergio Parra en www.yorokobu.es.

También tenéis la Wikipedia o este curioso vídeo del proceso de fabricación de los lápices de colores Caran d’Ache.